Sara Losantos, psicóloga de FMLC
Así de simple y así de directo. La palabra “Duelo” proviene del latín “dolus”, que significa dolor. Los romanos eran un pueblo culto, reyes de la oratoria y de la retórica. También eran muy hábiles en la nomenclatura, así que del antiguo vocablo latino es fácil deducir que “duelo” implica dolerse.
La intención del título elegido para el artículo de hoy es que sea suficientemente elocuente como para hablar por sí solo. Si tuviésemos que resumir este post en una sola frase, sería esta “No duele: no duelo”.
No existen atajos ni ungüentos que arranquen o eliminen el dolor, tampoco trucos caseros, ni técnicas extraordinarias. La verdad es así de contundente: hay que atravesar el dolor doliéndose para poder elaborarlo.
Si no se afronta, el duelo se complica
Hay personas que, cuando sienten el dolor de la pérdida, les resulta tan agudo, intenso y devastador que prefieren arrinconarlo o inhibirlo. Es natural tratar de evitar el dolor, porque al fin y al cabo huir del dolor y acercarse a lo que le produce placer es una tendencia característica del ser humano. Es así por una cuestión de supervivencia.
Sin embargo, en el caso del duelo esto es distinto ya que, si no se atiende, se enquista. Dolerse es el precio que pagamos por haber amado. Aunque resulte paradójico, el dolor que no se afronta crece, mientras que el dolor al que se hace frente, disminuye, se deshace. Y ésta es una de las máximas del duelo.
Es cierto que existen cuestiones discutibles en función de las distintas teorías que estudian el duelo. Sin duda los diversos fenómenos del duelo pueden interpretarse desde numerosos puntos de vista diferentes, pero en esto hay unanimidad: un duelo que no duele es otra cosa.
Si no duele, no es un duelo
Esta premisa básica, que da título al artículo, es uno de los pilares de la terapia de duelo. A veces los seres humanos elaboran este proceso de forma más o menos natural: por ejemplo, se expresan y desahogan sus emociones con familiares o amigos.
Hay gente que tiene una habilidad especial y casi innata para no quedarse nada dentro. Según las estadísticas más recientes sobre duelo, el 90% de las personas que experimentan la pérdida de un ser querido resuelve adecuadamente su proceso de duelo. Para el 10% restante, existe la posibilidad de recibir terapia de duelo.
Esto es lo primero que en FMLC decimos a nuestros pacientes cuando les explicamos el formato de nuestras terapias: o atendemos su dolor (sabiendo que es angustioso, inquietante, confuso) o estamos perdiendo el tiempo.
El tiempo ayuda a superar el duelo, pero no cura
Sin embargo, en la terapia de duelo no sólo existe la angustia y el sufrimiento, también existen elementos que pueden mitigar su intensidad. Uno de estos factores es el tiempo, porque el duelo no se debe forzar en ningún caso. A veces es necesario esperar un tiempo: cada persona necesita el suyo hasta que puede afrontar la pérdida y entonces -y sólo entonces- dolerse.
La terapia de duelo tampoco implica la necesidad de dolerse hasta desangrarse, se puede hacer poco a poco, acompañado y atemperando el proceso con la calidez del terapeuta y la seguridad que implica el lugar de terapia. Ya lo dijo sabiamente Shakespeare: “Dad palabras al dolor, porque la pena que no habla, murmura en el fondo del corazón y le invita a romperse”.
Todas estas claves pretenden servir de orientación a las personas que han sufrido la pérdida de un ser querido o intentan ayudar a una persona doliente de su entorno. Para saber más o para solicitar ayuda gratuita, no dude en consultar nuestra página web: www. fundacionmlc.org
Manejo del Duelo
Debemos permitirnos transitar este duelo, no apurarnos y dejar expresar nuestras emociones libremente. Este es el único camino para lograr realmente que este duelo tenga un final saludable.
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Es una lucha diaria de ti contra ti. Es importante saber por donde empezar y que te lleven un poco de la mano. Lo complicado es cuando te sueltan y tu solo tienes que gestionar tu dolor.