Pilar Pastor, psicóloga de FMLC
Si hay una imagen que describa la sensación cuando nos enfrentamos al duelo y a la pérdida es la del vacío. No es una mera representación, sino una sensación sentida, real y llena de significado.
La sensación de vacío es una de las sensaciones más habituales en el proceso de duelo. No sólo por el espacio real y físico que queda a diario tras la muerte del ser querido, sino también por el espacio emocional interno que queda en el doliente. Este vacío es emocional, racional, de significado, de día a día.
El duelo y la huella vital
Cada persona que forma parte de nuestra vida influye en nosotros a muy diversos niveles, dejando una huella vital. Cuando alguien fallece, deja un espacio vacío que es el factor más evidente para el doliente durante las primeras etapas del duelo. Parece como si ese vacío lo ocupara todo.
Es el momento en que el doliente tiende a estar más con su dolor, a aislarse del mundo y a permanecer en este vacío vital. El doliente se aferra a ese vacío para permanecer en mayor contacto con el fallecido. Al principio, es una reacción instintiva y necesaria, que ayuda al doliente a estar con la realidad de la ausencia, hacerse a la idea de lo sucedido y permanecer con el dolor.
Aceptación de la pérdida
Conforme se va elaborando el proceso de aceptación -que implica ser conscientes y aceptar que el difunto ha dejado ese espacio que nadie va a poder rellenar-, el doliente puede ir haciéndose cargo de esta sensación emocional y física, sintiendo que la carga ya no va siendo tan pesada y volviendo a conectar con su fortaleza.
En el día a día, el doliente se enfrenta a multitud de momentos en los que se hace patente el vacío de la ausencia: instantes que compartía con el fallecido y que ahora se convierten en un vacío doloroso. Toda relación se construye a base de momentos que le dan su carácter único y especial. Se convierten casi en rituales, por ejemplo: en una pareja podría ser ir al cine los domingos; o el momento de preparar la comida; o, si tenían un hijo pequeño, la hora del baño o ir con él al parque.
El doliente va afrontando esos espacios de dolor a medida que los pueda ir llorando y expresando.
El duelo y los aniversarios
Durante el proceso de elaboración de duelo, el doliente también afronta fechas y acontecimientos especialmente significativos que le ponen cara a cara con el vacío de la realidad. Esto ocurre especialmente durante el primer año tras el fallecimiento del ser querido, que es el “año de las primeras veces”: las primeras Navidades sin el fallecido, el primer cumpleaños, las primeras vacaciones…
Al principio parece que son momentos que van a derrotar al doliente, que van a suponer una marcha hacia atrás en su proceso de duelo, pero a medida que los va afrontando, va fortaleciéndose y al mismo tiempo aligerando ese peso que supone el vacío de la ausencia.
La pérdida de sentido tras el duelo
Por otro lado, el duelo también implica la sensación de vacío vital, de desesperanza, de falta de sentido y significado. Cuando una persona querida fallece, el proyecto vital se rompe y provoca al doliente la sensación de sentirse perdido frente a la vida. Poder resolver esta tarea implicará revisar el vínculo con el fallecido.
En las relaciones donde el doliente haya ejercido de cuidador, en las que el vínculo estaba hecho de una gran dependencia emocional, esta sensación de vacío existencial se sentirá más profundo y el doliente deberá emprender un camino de búsqueda de sí mismo para volver a reencontrarse con la sensación de tener un lugar en el mundo.
Bloqueo y complicación del duelo
Cuando el doliente bloquea emocionalmente el dolor, no siente apoyo por parte de su entorno ni encuentra significado. Como dice Boris Cyrulnik: “En este caso, la pérdida no es duelo, es un agujero del alma”. Ante esta situación, el doliente se aísla, aprieta los dientes resignándose y se cierra a la vida y al mundo. Cuando el doliente va elaborando su duelo alrededor de estas sensaciones, y además, pertenece a una cultura que invita a callar, el proceso tiene muchas probabilidades de complicarse.
Sin embargo, cuando el doliente se permite sentir el dolor del vacío y trabaja en esa aceptación; cuando se abre al apoyo por parte de su entorno y lo siente; y su trabajo personal le permite dar un significado a la muerte, la brecha de vacío que ha abierto la ausencia del fallecido comienza a cerrarse.
Conectar con la vida
El proceso de duelo, aunque siempre es doloroso, va elaborándose y yendo hacia adelante, permitiendo al doliente avanzar en su proceso de duelo e ir reconstruyendo así el vínculo con el fallecido, haciendo que el vacío sea un espacio cada vez menos doloroso. Este proceso le permitirá ir conectando cada vez más con la vida y sintiéndose cada vez mejor en ella.
Todas estas claves pretenden servir de orientación a las personas que han sufrido la pérdida de un ser querido o intentan ayudar a una persona doliente de su entorno. Para saber más o para solicitar ayuda psicológica gratuita, no dude en consultar nuestra página web: