Patricia Díaz, psicóloga infanto-juvenil de FMLC
Es habitual que el duelo en niños y adolescentes no se manifieste de la misma manera que el duelo adulto, es decir: estamos acostumbrados a ver a adultos profundamente tristes, deprimidos, paralizados, etc, tras sufrir la pérdida de un ser querido, pero en los menores esas situaciones pueden ser muy diferentes y manifestarse de otras maneras a las que hay que prestar una atención especial.
El único punto en común entre las diferentes situaciones de las que vamos a hablar es el fallecimiento de alguien significativo para el niño o el adolescente, ya sea un progenitor, un hermano, un amigo, un abuelo, alguien cercano a la familia… A partir de esa pérdida, podemos encontrarnos asociados al duelo los siguientes problemas:
Dificultad para integrarse en el colegio tras la muerte de un ser querido
Puede darse la situación de que el niño o el adolescente no quiera volver al colegio después del fallecimiento. Esto puede ocurrir tras un periodo de duelo en el que el menor ha permanecido en casa, o bien si el fallecimiento ha sucedido durante las vacaciones escolares. Es más frecuente en adolescentes y manejar la negativa a acudir al colegio puede hacerse complicado.
Normalmente esto se da en niños vulnerables, ya sea porque no se sentían del todo a gusto en el colegio o porque no tienen un grupo de amigos íntimos. O porque se sienten muy diferentes y desconectados de los intereses de los iguales. Es probable que, a medida que no logra reincorporarse al colegio, nos encontremos ante una fobia escolar que debe ser tratada como tal, sin perder de vista qué es lo que la motivó.
Miedos exagerados durante el duelo infantil
Este caso suele producirse en niños que ya eran algo miedosos: tras la pérdida, veremos que de nuevo surgen inseguridades. Eso se debe a que se viven de manera vulnerable y ponen en duda la seguridad y sus capacidades. Es habitual que repunten los miedos a la oscuridad, a quedarse solos, a dormir solos, a hacer recados de manera autónoma, etc.
Normalmente estos miedos desaparecen con facilidad, pero hay que volver a trabajar con los niños la autonomía perdida. Y es importante que los adultos que les rodean les proporcionen seguridad. Y no cedan ante cosas que antes hacían y han dejado de hacer. Por ejemplo: dormir solos, que es uno de los principales problemas tras el fallecimiento de un progenitor.
Somatizaciones en el duelo infanto-juvenil
Las somatizaciones suelen aparecer tras el fallecimiento de personas significativas, es habitual que los niños manifiesten una preocupación excesiva por síntomas físicos. También es común que, si el fallecido sufría una enfermedad, los síntomas que tenga el niño estén en línea con la patología del difunto.
Normalmente los síntomas físicos que presenta el niño suelen ser variables, es habitual que empiecen por dolores de cabeza o abdominales y que lleguen a ser incapacitantes para el menor, interrumpiendo sus actividades cotidianas.
Esa preocupación a menudo tiene que ver con procesos en los que el fallecido ha sido sometido a pruebas y tratamientos prolongados o llamativos. Y el menor tiene una preocupación excesiva sobre la muerte y sobre cómo se podía haber evitado.
Agresividad y problemas de conducta en los menores
Este es uno de los problemas que aparecen con más frecuencia en los niños de menor edad. Tras la muerte de un familiar al que veían a diario es frecuente que se dé una alteración de las rutinas. Y, como consecuencia, el niño se siente desestabilizado, inseguro o vulnerable. Esas emociones le llevan a defenderse y atacar a sus compañeros, el material y otras cosas ante la posibilidad de sentirse atacado.
En otras ocasiones esa agresividad está relacionada con la gran frustración que experimenta el menor tras la muerte del ser querido. Esto, entre otras cosas, suele provocar cambios en las rutinas.
Lo habitual es que, tras una muerte en la familia, el niño manifieste problemas en la relación con sus iguales. Por ejemplo: que esté más irritable, más “tontorrón”, pegue más, llore más, deje de hacer cosas que antes hacía de manera autónoma, etc. Este tipo de conductas deben atenderse, ya que de lo contrario puede que la intensidad crezca, y el niño dañe a alguien o no sea capaz de aprender autocontrol.
Aislamiento social de niños en duelo
El aislamiento social es otro de los problemas que pueden aparecer, tanto en niños pequeños como en adolescentes. En los más pequeños se debe a que el adulto que se encargaba de su socialización ha cambiado, o que ahora su cuidador está más ocupado o, por el contrario, está tan triste que es incapaz de acompañar a los más pequeños en sus actividades sociales. También puede necesitar quedarse junto al progenitor superviviente por temor al abandono o a sufrir otra pérdida.
En el caso de los adolescentes, puede surgir miedo a que se produzca otra muerte. Sin embargo, lo más habitual es que el adolescente vea al otro adulto vulnerable, muy triste o dolido, y quiera quedarse cerca por si necesita compañía o ser cuidado. Es habitual que haya cierto temor a que el adulto superviviente sienta soledad y los adolescentes antepongan las necesidades del adulto a las suyas propias.
Problemas académicos y duelo infantil
Es habitual que nos encontremos ciertos problemas académicos asociados al duelo. Normalmente se deben a que los niños están descentrados, a que las rutinas en casa se han alterado. Y a que la tristeza y la añoranza les impide seguir el ritmo exigido por los centros educativos.
También es común que estén más distraídos, con problemas de concentración, dificultades para entender conceptos… Suele ser algo temporal si el problema se ha iniciado con el duelo, pero si se extiende en el tiempo debe ser objeto de intervención. Y si ya el problema ya estaba presente anteriormente, es posible que durante el duelo se agudice de manera exagerada.
Ansiedad en el duelo infantil
La ansiedad aparece de manera habitual en muchos duelos, tanto infantiles como adultos, las manifestaciones ya las conocemos, pero los niños están más agitados, inquietos, tienen dificultades para conciliar el sueño, hay sudoración, malestar, a veces taquicardia, dificultades para respirar, etc.
Normalmente atenderemos la ansiedad con técnicas dirigidas a disminuirla, ya que si se mantiene en el tiempo puede permanecer de manera residual, o bien puede que el niño se acostumbre a funcionar con esos niveles de ansiedad que, como bien sabemos, son muy dañinos a medio y largo plazo.
En resumen, las manifestaciones del duelo infantil y juvenil suelen estar alejadas de lo que socialmente esperamos (tristeza, sentimientos de vacío o soledad, etc.), de modo que estar atentos a los problemas asociados al duelo en niños y adolescentes, porque a veces el engranaje encaja sólo moviendo una tecla.
Para saber más sobre la atención del duelo en menores, podéis acudir a nuestro servicio gratuito de Psicoterapia de duelo infantil, solicitar que impartamos una charla gratuita para padres y profesores en vuestro centro educativo (a través de este proyecto) o descargar gratis nuestro manual práctico “Hablemos de Duelo”, que ofrece pautas para ayudar a los adultos a hablar de la muerte con los niños y da claves sobre cómo viven el duelo los menores según su edad.
También incluye un apartado sobre cómo atender el duelo en el colegio y cómo ayudar a afrontar el duelo a las personas con discapacidad intelectual. La guía está disponible gratuitamente para su descarga en nuestra página web: