David Oslé, psicólogo infanto-juvenil de FMLC
La muerte de un ser querido, además del dolor que conlleva, provoca una sacudida vital. Cuanto más cercana es la persona fallecida a nosotros, más dolor produce y más nos desubica su pérdida. Genera una gran sensación de vulnerabilidad: imaginemos que estamos colgados de dos lianas y que, de pronto, una se rompe. Seguramente todos nos aferraríamos a la liana que resiste intacta, igual que un koala se abraza a un árbol, confiando y deseando que esa liana no se rompa también.
Algo así sucede con los niños que sufren la pérdida de alguien muy cercano, especialmente si es un padre o una madre: cuando tienen dos lianas y una se rompe, automáticamente se agarran a la que sigue ahí, al progenitor superviviente. Todos los niños comprenden en algún momento de sus vidas que la muerte es universal: si mamá ha muerto, papá también se puede morir. Es decir, la liana que los sostiene también puede desaparecer.
Reacciones del niño en duelo
Para evitar que esa liana se rompa, los niños harán todo lo que esté en sus pequeñas manos, es decir: van a vigilar y pegarse todo lo posible al progenitor superviviente. Cuando esto ocurre, hemos de tener siempre presente que este comportamiento responde al terror del niño ante la posibilidad de una nueva pérdida: en esos momentos el menor está sufriendo, pero, ¿qué es lo que los adultos vemos desde fuera?
Las reacciones más llamativas son los berrinches (“Cuando me marcho se pone a llorar y gritar desconsoladamente”); las broncas (“Me regaña cuando me voy de casa, dice que no me vuelva a ir”); los reproches (“Dice que quiero abandonarle, que siempre estoy fuera”), los interrogatorios (“Cada vez que salgo me pregunta que a dónde, cuánto tiempo, qué voy a hacer, si voy en coche, cuándo volveré”); las llamadas (“Cuando salgo, me llama por el móvil y me pregunta dónde estoy”); o las esperas (“Cuando llego a casa está en la puerta esperándome”).
También pueden darse otros tipos de comprobaciones, por ejemplo: que el menor se acerque por la noche a la cama del progenitor para ver si respira, querer ducharse o bañarse a la vez que el progenitor… La sensación general es que el niño no se despega del superviviente, se convierten en pequeños koalas.
Cómo atender la ansiedad por separación del niño
Este comportamiento puede resultar muy molesto para los adultos, ya que una muerte provoca dolor a todo el mundo: la misma pérdida que afecta al niño afecta al progenitor superviviente y éste puede pensar: “Bastante esfuerzo me cuesta ya salir de casa como para que me monten un número”. Sin embargo, el adulto debe entender que esta actitud del niño es fruto del sufrimiento: es más un “No te mueras” que un “No te vayas”. La estrategia de los niños para cuidar de sus padres es vigilarles. Se aferran a ellos como koalas por dos motivos: porque necesitan cariño extra para manejar el duelo y porque así se aseguran de que no les pasa nada.
Este fenómeno se denomina ansiedad por separación. ¿Cómo podemos manejarla los adultos? Estas son algunas claves:
- Darles información: El primer paso será calmar esta ansiedad contándoles bien a dónde vamos y cuánto tiempo tardaremos en volver. Poco a poco, iremos reduciendo la información que les damos. ¡Ojo! Hay que distinguir entre ‘dar información’ y ‘dar explicaciones’ a los niños: las explicaciones se le dan a alguien que está por encima de nosotros (un jefe, un padre…).
- Anticipar la información: Si vamos a salir de casa en algún momento o va a tener lugar un evento que alterará la rutina diaria, les avisaremos siempre. Esto permite que el niño vaya haciéndose a la idea y pueda manejarlo antes de que suceda.
- Ofrecerles alternativas: Además de informarles de dónde vamos y cuánto tiempo, podemos proponerles que hagan alguna actividad durante nuestra ausencia: una tarea del hogar, ver una película, algún juego… Al principio lo más probable es que no lo hagan, pero poco a poco irán cediendo más. De nuevo, iremos reduciendo paulatinamente la propuesta de alternativas, dejando que sean ellos quienes decidan qué hacer.
Qué hacer si la ansiedad no desaparece
Es muy habitual encontrarse con estos “pequeños koalas” en los primeros meses del duelo infantil, pero cabe esperar que poco a poco vayan volviendo a la normalidad. Si no es el caso, siempre es aconsejable consultar a un psicólogo experto en duelo infantil para que nos oriente sobre qué pasos seguir.
Para saber más sobre la atención del duelo infantil, podéis acudir a nuestro servicio gratuito de Psicoterapia de duelo infantil, solicitar que impartamos una charla gratuita para padres y profesores en vuestro centro educativo (a través de este proyecto) o descargar gratis nuestro manual práctico “Hablemos de Duelo”, que ofrece pautas para ayudar a los adultos a hablar de la muerte con los niños y da claves sobre cómo viven el duelo los menores según su edad.
También incluye un apartado sobre cómo atender el duelo en el colegio y cómo ayudar a afrontar el duelo a las personas con discapacidad intelectual. La guía está disponible gratuitamente para su descarga en nuestra página web: