Pilar Pastor, psicóloga de FMLC
El enfado y la rabia son emociones frecuentes en el duelo. Por un lado, parece imposible atravesar este proceso sin cierta dosis de enfado y rabia; por otro, en ocasiones el enfado ejerce una función de catalizador de la tristeza, disfrazándola de rabia e impidiendo que la tristeza, necesaria, tenga su lugar. Ambas actitudes son muy características de los procesos de pérdida.
Sentir enfado ante la muerte de un ser querido
Cuando nos enfrentamos al fallecimiento de un ser querido, sentir enfado es tan normal como la tristeza o la angustia. Y es que cómo no va a aparecer enfado cuando muere un ser querido y la vida del doliente cambia por completo: enfado con la vida, con las creencias en las que se confiaba, a veces también enfado con el fallecido, ya que a menudo la pérdida implica para el doliente una sensación de abandono.
Con frecuencia, la muerte de alguien que queremos supone un choque con nuestros esquemas propios de comprensión del mundo. En este proceso, la sensación de injusticia aparece en multitud de ocasiones y, con ella, la rabia. En el camino de la asimilación de los procesos que involucran el duelo, en la aceptación de la realidad y, por lo tanto, en la flexibilización y modificación de estos esquemas, la rabia va cediendo.
Los mecanismos de defensa en el duelo
El duelo se caracteriza por ser un proceso en el que las emociones son de singular intensidad. Ante este reto interno, el doliente afronta este camino como puede, con los recursos más accesibles que tiene. Al principio, estos recursos son mecanismos de defensa básicos cuya función principal es protegernos. Sin embargo, la actitud que en un principio nos protege puede acabar promoviendo la evitación, si la mantenemos sin cambios en el tiempo.
Enfrentarse a un duelo constituye una prueba para la capacidad de autogestión de las emociones. No gestionamos de la misma manera todas las emociones que surgen. La tristeza nos invita a estar más con nosotros mismos, con el dolor, a estar en soledad o con los propios pensamientos, mientras que el enfado nos incita a la acción, a movernos en una dirección. No todos nos sentimos cómodos con la misma forma de manejarnos en el mundo y, en ocasiones, automáticamente transformamos la tristeza en enfado, según nuestra forma de ser.
De igual manera, el enfado también puede manifestarse a través de la tristeza. A muchas personas les cuesta mucho manejarse bien con la agresividad y el enfado, enseguida aparecen mecanismos mentales de justificación y racionalización de ese enfado, dejando un poso de profunda tristeza.
La importancia de no reprimir las emociones del duelo
Las emociones no se controlan, las emociones aparecen, se sienten y se gestionan. Si intentamos ejercer un control severo sobre ellas, provocaremos la represión de las mismas, generando una tensión interna que buscará otro espacio por el que salir. A través del mecanismo de represión o de no escucha, a menudo se originan somatizaciones o la emoción termina manifestándose de una forma que no nos hace sentir bien, ya sea bruscamente o dirigida contra la persona que más cerca esté en ese momento.
Las emociones nos hablan de necesidades y nos invitan a estar con ellas. Cuanto más luchamos con ellas, las forzamos a que se vayan y hacemos lo posible por no hacerles caso, más se resisten, y mayor ansiedad y tensión interna se acumula en nuestro interior.
Es necesario atravesar el dolor en el duelo
William Worden, en su libro de asesoramiento psicológico y terapia en procesos de duelo, dice textualmente: “Es imposible atravesar la pérdida de un ser querido sin cierto nivel de dolor”. Y es que, aunque resulte agotador o molesto, y el propio entorno del doliente le apremie para que esté bien, el proceso de duelo no se puede atravesar sin dolor, tristeza, enfado y toda la gama de emociones que necesitan aparecer y sentirse. Para poder afrontarlo, el doliente necesita tener paciencia consigo mismo y con el propio proceso, para poder estar con el dolor.
En el proceso de duelo se manifiesta automáticamente la manera que tiene cada uno de sentir, gestionar y relacionarse con sus emociones. Para elaborar el duelo del mejor modo posible, el doliente necesita dar espacio a esas emociones, sentirlas, estar con ellas… que aparezcan unas determinadas emociones tiene un sentido y un significado. En la medida en que el doliente permita que estén y no intente evitarlas o distraerlas continuamente, podrá ir dando pasos hacia adelante.
Todas estas claves pretenden servir de orientación a las personas que han sufrido la pérdida de un ser querido o intentan ayudar a una persona doliente de su entorno. Para saber más o para solicitar ayuda psicológica gratuita, no dude en consultar nuestra página web: