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El duelo por la muerte de un animal de compañía

Patricia Díaz, psicóloga infanto-juvenil de FMLC

 

A la hora escribir un artículo sobre el duelo por una mascota te asaltan muchas dudas: la primera de ellas, si es pertinente dar cabida a los animales en el duelo frente a las personas; en segundo lugar, si se hace desde el corazón o desde la razón y, como éstas, miles de dudas que rondan la cabeza para tratar de ajustarse y no ofender ni defraudar a nadie.

El hecho de compartir la vida con una mascota hace difícil distinguir entre la teoría de duelo pura y una visión sesgada de la misma. En este caso, tengo claro que me decanto por lo segundo, ya que no puedo separarme de lo que soy y llevo compartiendo mi vida con animales desde hace mucho tiempo, así que ese cariño y afecto incondicional hacia ellos seguramente sesgará este artículo. Me disculpo por anticipado por si digo cosas poco técnicas o políticamente incorrectas.

El vínculo con un animal de compañía

Cuando fallece una mascota, normalmente se trata de mamíferos o aquellos animales con los que interactuamos y, por tanto, mantenemos vínculos afectivos. Este suceso es a menudo la primera vez que un niño se enfrenta a un duelo, a una pérdida, a la muerte. La muerte de una mascota, especialmente de perros y gatos, es un primer modo de acercarse a la muerte en el mundo infantil y a menudo supone el primer encuentro con la muerte y con los cambios que ésta conlleva.

Hay que tener en cuenta que, en algunos casos, las mascotas se convierten en la única compañía de una persona. Es habitual ver a personas mayores que viven con la compañía exclusiva de un perro o de un gato. También es habitual que muchas personas se mantengan activas porque sus mascotas necesitan de ellas para pasear, hacer sus necesidades, comer…

Además de las obligaciones, se hace imprescindible detenerse en el cariño mutuo que se dan: son horas de compañía, caricias y carantoñas, porque sí, no vamos a negarlo, los animales domésticos proporcionan un cariño que a menudo va más lejos de lo esperado, ellos no entienden de cambios de humor, de días difíciles ni de otras cosas, lo que no quiere decir que no sean sensibles a nuestros estados de ánimo.

Cambios tras la pérdida de una mascota

Por todos estos motivos, son muchos los cambios que sufre una persona al morir su mascota: cambios asociados a las rutinas de cuidado y compañía que se hubieran establecido entre ellos. En algún caso el dueño del animal habría adaptado su horario para pasear, salir a primera hora, que la mascota hiciera sus necesidades o simplemente para compartir tiempo y cariño en un sofá.

En el caso de los niños, es normal que noten la ausencia del animal y, si eran responsables de su cuidado o participaban en las rutinas, como el paseo vespertino o matutino, se verán afectados por los cambios en las mismas, de modo que será normal que estén más irritables a esas horas.

De todo esto es fácil concluir que hay muchos casos en los que la muerte de una mascota sí supone un duelo para muchas personas, mientras que para los niños es una oportunidad única para tener un primer acercamiento al concepto de muerte y a las habilidades y los cambios que requiere afrontar un primer duelo.

El duelo por la mascota

Aceptar la realidad de la muerte de las mascotas es algo relativamente fácil, porque desde que llegan a nuestras vidas somos conscientes de que viven menos que los seres humanos y que requieren unos cuidados y son dependientes de nosotros. Sin embargo, una vez que se da el fallecimiento esa realidad tarda en asimilarse: uno cree que al llegar a casa va a encontrar a su mascota donde le esperaba, se hace difícil readaptar los horarios sin pensar que hay que salir a dar un paseo, llenar el comedero, cambiar el agua, etc.

Gestionar las emociones asociadas a la pérdida también se hace imprescindible. Además, puede llegar a ser complicado dado el carácter no humano que tienen las mascotas, así que a menudo los dolientes deben enfrentarse a reacciones como: “Si sólo era un perro/gato/pájaro/caballo… lo que les obliga a ocultar su dolor ante la incomprensión de muchas personas y a buscar otros espacios donde poder gestionar las emociones asociadas al fallecimiento del animal.

A esto se suma la reestructuración de las rutinas, el cambio en las costumbres que se tenían con la mascota, adaptar de nuevo los horarios de comidas… recordemos que a menudo se madruga más para atender al animal, se vuelve antes para pasear juntos, etc., por lo que al principio se hace extraño pasar ese tiempo en casa sin la compañía de la mascota.

Qué hacer con las cosas de una mascota

Es positivo tener recuerdos de la mascota. No es necesario guardar sus camitas, sus juguetes, sus comederos… pero quizá sí podemos enmarcar una foto o quedarnos con su chapa identificativa a modo de recuerdo. Otra opción es donar aquellos objetos del día a día a algún refugio de animales con el fin de que otros puedan beneficiarse de esas cosas y, así, también se siente cierta utilidad en la muerte.

Conviene recordar que es normal sentirse triste y afectado por la muerte de un animal, que no hay que avergonzarse y que a menudo es la primera muerte a la que se enfrenta un niño pequeño y es una oportunidad única para explicarle aquellos conceptos que son imprescindibles para entender la muerte en todas sus dimensiones.

Aunque es posible que sea un duelo tabú, también es cierto que para muchas personas es importante darle cabida a este sentimiento, que probablemente también se dará en los niños. Todas estas claves pretenden servir de orientación a las personas que han sufrido la pérdida de un ser querido o intentan ayudar a una persona doliente de su entorno. Para saber más o para solicitar ayuda psicológica gratuita, no dude en consultar nuestra página web:

   www. fundacionmlc.org

 

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