David Oslé, psicólogo infanto-juvenil de FMLC
En artículos anteriores hablábamos de las tendencias de pensamiento que cambian nuestra manera de percibir la realidad durante el duelo. Decíamos que en la mente del doliente aparecen una especie de “gafas cognitivas” que cambian su forma de mirar lo que le pasa o lo que sucede alrededor. ¡Terminemos de conocer estas gafas!
Sabemos ya el nombre de muchas y cómo funcionan. Durante el duelo la realidad causa mucho dolor, ya que la ausencia del ser querido provoca una marea de emociones desagradables que cambian la forma en que los niños perciben la realidad. Por eso, involuntariamente se ponen unas gafas que les impiden ver la realidad tal y como es. Estas gafas se conocen como distorsiones cognitivas.
Estas gafas o distorsiones nos provocan sufrimiento: parte del dolor que sienten los niños durante el duelo depende de cómo perciben la realidad.
Distorsiones cognitivas comunes: los pensamientos tiranos
Se denominan “las gafas de la tiranía” porque dan órdenes en vez de expresar deseos o intenciones. No es lo mismo decir “Tengo que sacar mejores notas” que “Quiero sacar mejores notas”, o “Voy a sacar mejores notas”. Aunque las tres frases se refieran al mismo concepto, se aproximan desde puntos muy distintos.
Un niño con las gafas de la tiranía sentirá que nunca es suficientemente bueno. Además, en el duelo es muy común encontrarse estas gafas centradas en el pasado: en vez de “tengo que” o “debería”, es normal encontrar “tendría que haber” o “debería haber”. Esta forma de hablar hace mucho daño, ya que el pasado no se puede cambiar. Pensamientos como: “Tendría que haber sido mejor hijo” o “Debería haberme portado mejor” son losas que nos echamos a la espalda: nos hacen sentir insuficientes y culpables.
Cuando un niño lleva puestas estas gafas de la tiranía, podemos ayudarle insistiendo en que modifique el verbo: de “Tengo que” a “Quiero” o “Voy a”. Si lleva las gafas centradas en el pasado, hemos de recordarle que nadie es perfecto y que todos cometemos errores, pero que su ser querido estaba orgulloso de ellos, o satisfecho. Un pequeño truco con el que algunos niños enganchan muy bien es decirles que, si no lo saben conjugar, no lo deben decir: “Quiero portarme mejor” es un claro presente de indicativo, mientras que “Debería haberme portado mejor” es… ¿?
El duelo infantil y la inferencia arbitraria
También denominada “las gafas de los adivinos”. En este grupo tenemos dos tipos de gafas:
- Las gafas de la telepatía. Estas gafas nos hacen creer que sabemos lo que piensan los demás. Podemos encontrarlas en niños que dicen cosas como: “Me han invitado por pena”, “Todos me miran y sé que hablan de mí a mis espaldas”, “Papá no estaba orgulloso de mí cuando se murió”… Son unas gafas que distorsionan la realidad ya que es imposible leer los pensamientos de los demás.
- Las gafas de bola de cristal. Estas gafas nos hacen pensar que sabemos lo que va a pasar en el futuro. Un niño con estas gafas dirá cosas como: “Nadie me va a querer nunca”, “Voy a estar solo siempre”, “No quiero salir porque voy a ponerme a llorar”, etc. Decimos que son unas gafas que nos engañan, porque nadie sabe con certeza qué va a ocurrir.
Cuando un niño lleva puesto este tipo de gafas, le ayuda que nos pongamos nuestras batas de científicos y estudiemos qué pruebas tiene para afirmar lo que dice. Le preguntaremos si siempre acierta cuando intenta adivinar lo que piensa la gente, si alguna vez ha profetizado algo que no se ha cumplido… para hacerles ver no pueden saber si lo que piensa va a ocurrir realmente: puede que sí, pero probablemente no.
La tendencia a la etiquetación en los niños en duelo
Las últimas gafas que vamos a analizar son “las gafas de las etiquetas”. Con ellas puestas vamos colocando etiquetas -generalmente dañinas- a nosotros mismos y a los demás. En menores en duelo las solemos encontrar cuando afirman cosas como: “Soy el raro de clase”, “Soy tonto”, “Soy un mal hermano”, “Soy un paquete”, “Los demás son unos imbéciles”, etc.
Estas gafas constituyen un atajo, ya que para un niño es más fácil decir “Soy el raro de clase” que “Soy la única persona que ha sufrido una muerte y me hace sentir distinto”; o “Soy tonto” en lugar de “Estoy frustrado porque no puedo concentrarme al estudiar”. Estos atajos implican asumir que uno es lo que uno hace, cuando no es así.
Además, son atajos directos a una trampa. Al decir: “Soy un paquete” estoy diciendo que no tengo remedio porque es muy difícil cambiar cómo soy. Sin embargo, si digo: “Hoy he jugado mal porque estaba distraído”, estoy hablando de algo puntual que sí que tiene solución. Si un niño lleva estas gafas, podemos ayudarle recordándole la distinción entre ser y hacer: una vez sepamos qué hace para sentir que es así, podremos abordar lo que realmente le preocupa y hablarlo, o intentar solucionarlo.
Pautas para abordar el duelo infantil
Con esto concluimos el repaso a las distorsiones cognitivas en el duelo infantil. El primer paso para quitarse cualquiera de estas tres gafas siempre es darse cuenta de que las llevamos puestas. Por eso, como adultos conviene que se las señalemos al niño si somos capaces de detectarlas. Así ayudaremos a la elaboración del duelo infantil, reduciendo los efectos de las distorsiones cognitivas.
Para saber más sobre la atención del duelo infantil, podéis acudir a nuestro servicio gratuito de Psicoterapia de duelo infantil, solicitar que impartamos una charla gratuita para padres y profesores en vuestro centro educativo (a través de este proyecto) o descargar gratis nuestro manual práctico “Hablemos de Duelo”, que ofrece pautas para ayudar a los adultos a hablar de la muerte con los niños y da claves sobre cómo viven el duelo los menores según su edad.
También incluye un apartado sobre cómo atender el duelo en el colegio y cómo ayudar a afrontar el duelo a las personas con discapacidad intelectual. La guía está disponible gratuitamente para su descarga en nuestra página web: