Pilar Pastor, psicóloga de FMLC
Estoy convencida de que la mejor herramienta que tenemos como cuidadores profesionales somos nosotros mismos, es decir: toda la formación, las horas de estudio, las lecturas… están al servicio de nuestra persona. La formación más importante es la mía propia, la que conlleva madurez, crecimiento y solidez.
Si yo estoy “afinada”, las herramientas que utilizo funcionan mejor porque las aplico mejor, con mayor congruencia, más ajustadamente, en el momento más adecuado y de manera más flexible y apropiada. No sólo eso, hay algo más importante: es mi presencia.
Presencia y escucha en duelo
Cuando estoy en presencia (presente, conectada, alineada, centrada) estoy en mi centro y puedo escuchar y aludir al centro del otro. Estoy más en silencio interno, no hay tanto ruido (ni el crítico interno me genera inseguridad, ni el terapeuta interno me mete prisa por ver cambios y, si lo hacen, puedo darles un espacio y acogerlos) por lo que puedo escuchar en mayor profundidad, captando con mayor amplitud y con confianza. Desde ahí puedo estar sobre todo en la interacción del momento, en el presente.
Pero estar así requiere autocuidado y cultivo constante, compromiso conmigo. Evidentemente el llamamiento que hacemos es al autocuidado y parece que a algo más… ¿Qué significa cuidarnos? Parece que a veces esta tarea es especialmente difícil para los cuidadores profesionales.
El cuidador profesional y el autocuidado
Como profesionales de la salud debemos hacer toda una reflexión y un trabajo con respecto a lo que significa cuidarnos. Quizá podría ser un buen comienzo tomarnos un momento de nuestra jornada para parar en silencio y preguntarnos cómo estamos.
No hay que responder automáticamente, sino permitiendo que sea nuestra respuesta venga del silencio; poner una o dos palabras o una imagen a la sensación. Reconocerlo sin juzgarlo, para reconocernos. Podríamos llamarla una pausa de autocuidado y estaría bien incluso hasta agendarla.
Pero mi sensación es que, cuando como profesionales trabajamos en contextos emocionales tan complejos y duros, necesitamos cultivar algo más profundo que el cuidado. Esto implicaría dar un pasito más, pero siento que necesitamos revisarlo: indagar dónde hundo mis raíces, para que frente a la tormenta de la emoción, el dolor y el sufrimiento, yo, como profesional, me mantenga en mí, pudiendo cuidarme para poder cuidar.
Autocuidado y autoconocimiento
Me pregunto si podemos dedicarnos a este trabajo sin haber hecho una terapia personal o un proceso comprometido de autoconocimiento y de desarrollo personal. No tenemos por qué haber vivido ciertas situaciones para acompañar a alguien que las está viviendo, pero sí parece que necesitamos haber andado un camino (de autoexploración, de experiencia, de desarrollo) para acompañar a las personas en su propio caminar, no para ser gurús ni expertos en nada, al contrario: para poder soltar todo eso y acompañar desde quien realmente somos, desde esa sensibilidad y profundidad que da el sentirse y el escucharse.
Quizá la pregunta que nos podemos hacer es: ¿Dónde crezco yo como persona y, en consecuencia, como profesional? y ¿Estoy comprometido con esa fuente de nutrición, es decir, acudo a ella con regularidad y compromiso? Me pregunto si eso es suficiente o a veces necesitamos acudir a tradiciones místicas o filosóficas que nos permitan adentrarnos en las oscuridades de nuestro propio proceso y el de otros, con el apoyo de un mapa que otros ya han transitado antes, y que dan respuesta y raíz, poniendo luz en esas oscuridades.
Algunas preguntas para el autocuidado
¿Qué podemos hacer en este compromiso de autocuidado? Hay una parte de la pregunta a la que no puedo contestar y es porque es estrictamente personal, sólo uno mismo sabe o puede saber cuáles son los pasos apropiados para su vida, los que crean camino. Sin embargo, hay una serie de ideas que nos pueden orientar:
- -El equipo de trabajo y, en el caso de los psicólogos, la supervisión de casos. Vivir en soledad este trabajo es especialmente arduo. Cuando los psicólogos trabajamos con otras personas es necesario contar con otros colegas con quienes poder compartir cómo estamos, qué casos nos están resultando más complejos y cómo nos sentimos con ello.
- -Congruencia y autenticidad. Reconocer qué estoy sintiendo, saber qué estoy sintiendo y poder poner en palabras eso que siento. El primer paso es escucharnos y, desde ahí, poder reconocer lo que nos ocurre. Eso en ocasiones no es fácil, sobre todo cuando nos sentimos fatigados y sobrepasados. Es fácil que la culpa, la minimización, acudan y nos distraigan de cómo nos sentimos. Las sensaciones y emociones son experiencias reales que vienen a hablarnos de cómo está siendo nuestra vivencia, que la mente no te distraiga de ello.
- -Renovar el compromiso, con nosotros mismos y con nuestro trabajo. ¿Es aquí donde quiero estar y es esto a lo que me quiero dedicar? ¿Es así como quiero realizar mi trabajo? ¿Qué necesito? Poner consciencia a nuestra vocación y a cómo se desarrolla en nuestro día a día de trabajo.
- -Organización práctica. Analizar qué medidas reales prácticas de organización puedo poner en marcha para facilitar el bienestar en el trabajo.
- -Equilibrar con la vida. Cuando estamos tan en contacto con la muerte, necesitamos equilibrar con la vida. Aquí hay otra gran pregunta que hacernos: ¿De qué manera me conecto yo con la vida? ¿Cómo está mi compromiso con mi vida?
Todas estas claves pretenden servir de orientación a las personas que han sufrido la pérdida de un ser querido o intentan ayudar a una persona doliente de su entorno. Para saber más o para solicitar ayuda gratuita, no dude en consultar nuestra página web: