Rosa Sánchez, psicóloga de FMLC
La muerte de un ser querido es una situación de desasosiego, que afecta a todo el grupo familiar que sufre su pérdida. Un momento de profundo dolor que puede provocar estrés en el día a día de los dolientes y también en la convivencia. En este artículo analizaremos cómo el duelo puede influir en las dinámicas del grupo familiar y en la convivencia.
En ese sentido, las personas que cohabitan en la misma casa (familias, parejas, hijos…), afrontan el proceso de pérdida desde dos esferas: individualmente y cómo grupo y esto puede conllevar episodios significativamente estresantes.
Situaciones que generan estrés en el grupo familiar y la convivencia
Hay circunstancias que pueden provocar momentos de estrés en el núcleo familiar tras la pérdida de un ser querido. Estas se pueden dividir en dos tipologías:
– En el caso de enfermedad:
- La noticia del diagnóstico.
- La lucha por la recuperación de la salud del ser querido.
- El momento en que la recuperación de la salud ya no es viable.
- Acompañar al ser querido en su deterioro físico y en su muerte.
– Cuando la muerte es repentina:
- Recibir la noticia de la defunción o intentar socorrer-asistir al ser querido en su muerte.
- En las muertes por COVID-19 u otras enfermedades infectocontagiosas:
- Vivencia del ingreso y separación.
- Información confusa o falta de información en el tiempo de espera.
- No poder acompañar en la enfermedad.
- La llamada que informó de la defunción.
- El dolor por no haber podido ver el cuerpo por última vez.
Todas estas situaciones, convergen en momentos de muchísima tensión y dolor ante la pérdida de un ser querido. En la vivienda, cada miembro del grupo familiar va a manifestar su dolor de diferentes maneras. A veces, esas expresiones nos van a sorprender, desconcertar y, con frecuencia, nos van a asustar. En estas circunstancias, es tan necesario el contacto cómo la retirada-repliegue en uno mismo.
Además, también es esencial comprender que cada miembro del grupo familiar:
- Expresará diferentes emociones: tristeza, enfado, miedo… Tras un enfado, es aconsejable no quedarse en una mera disculpa hacia el otro. Es más útil para ambos explicar el motivo que ha causado ese exabrupto; por ejemplo,“hoy en el desayuno me he acordado y por eso he reaccionado así”. Es necesario, para ambas partes, dejar fluir las emociones, explicar lo que ha originado esa reacción, como una válvula que permite procesar las emociones que genera esta perdida.
- Tendrá diferentes necesidades.
- Cada miembro usará herramientas distintas, recursos diferentes que les ayudarán a enfrentarse a las emociones que le produce la pérdida.
A veces, tendemos a pensar que la manera en que nosotros vivimos el duelo es la única posible y solemos validarla como la “buena”, la más apropiada. Ante este escenario, podemos caer en comparaciones como “¿a quién le duele más?” o “¿quién le quería más?”.
Recomendaciones para garantizar el cuidado de las relaciones
- Aceptar las emociones diferentes a las propias sin juzgarlas.
- No comparar, ni compararse.
- Confiar en compartir el dolor y las lágrimas; porque a pesar de que duele, alivia y une.
- Usar el lenguaje corporal cuando no hay palabras: ofrecer o pedir, una mirada, un abrazo, un gesto para sentirnos y mostrar al otro que le comprendemos y conseguir así que se sienta acompañado.
- Comprender las distintas necesidades individuales: puede requerir contactar con los demás o replegarse en sí mismo. Cuando una persona aún no puede asimilar lo sucedido, probablemente se va a encerrar en sí misma, desconectándose de la realidad exterior, con la intención de parar el tiempo, hasta que pueda aceptar la muerte, poniendo palabras a cómo ha vivido cada paso y qué significado ha tenido para él.
- Las personas tenemos diferentes estilos de comunicar y escuchar: Puede ser racional, emotivo, impulsivo… Por ello, para que exista comprensión, es necesario un mayor esfuerzo y acercar estilos. Por ejemplo, cuando una persona expresa con emoción intensa sus sentimientos a otra que es más racional, posiblemente ésta última levante sus defensas y con ello se producirá la incomunicación, una falta de encuentro entre ambos. Lo mismo puede suceder a la inversa, que una persona racional sea prejuzgada como fría por una persona más emocional.
- Los ritmos para procesar (la aceptación de la realidad de la muerte, el contacto con las emociones que provoca, afrontar el día a día sin el ser querido y crear un espacio íntimo para recordarle que permita volver a vivir la vida con ilusión), son diferentes en cada persona.
El ritmo que cada uno tiene en este proceso es individual y por ser distinto, no debe llevar a reproches. En todo proceso de duelo es fundamental respetar la vivencia del otro. A su vez, también es necesario comprender que las relaciones del grupo familiar cambian porque cada miembro de la familia está realizando el proceso del duelo a su propio ritmo.
En la medida en la que los miembros del grupo familiar puedan escucharse y apoyarse será beneficioso plantearse un reencuentro de la relación, que será un camino conjunto, sin el ser querido.
Todas estas claves pretenden servir de orientación a las personas que han sufrido la pérdida de un ser querido o intentan ayudar a una persona doliente de su entorno. Para saber más o para solicitar ayuda psicológica gratuita, no dude en consultar nuestra página web: