Patricia Díaz, psicóloga infanto-juvenil de FMLC
En ocasiones, la muerte de un ser querido llega de manera inesperada, se produce en momentos complicados para la familia, o bien se juntan varias pérdidas en un corto periodo de tiempo. También ocurre que simplemente la pérdida aparece por primera vez en la vida de un niño y le genera miedo.
Tras la pérdida de un familiar, es habitual que en los niños menores de diez años se dé un repunte de los miedos. Algo ha generado un cambio importante: tienen dudas acerca de su seguridad, no saben si va a volver a ocurrir algo así, creen que sus padres pueden estar en peligro… Todo esto hace que crezcan algunas conductas de miedo que ya se habían superado y vuelven de manera intensa, generando una situación muy complicada para la familia y para el niño.
Los miedos del niño en duelo
Cuando un niño sufre un reputen de sus miedos durante el duelo, los temores más habituales que manifiesta son:
- Miedo a la oscuridad.
- A quedarse solo.
- A dormir solo.
- Inquietud ante el retraso de un progenitor.
- A ser regañados.
- A ponerse enfermos.
- A que algún familiar esté enfermo.
- A hacerse pruebas médicas.
- A que otros familiares se hagan pruebas médicas.
Si uno o varios de estos miedos repuntan en intensidad, esto tiene que ver con el cuidado y la protección. Cuando el niño experimenta una muerte siente que el mundo que conocía se tambalea y que, sin control, esa situación puede repetirse.
Lo habitual es que -pasado un tiempo y con el apoyo de los adultos de su entorno- el menor se vea capaz de recuperar poco a poco sus actividades anteriores. Cuando empieza a comprobar que no pasa nada, el niño ve que puede lograr sus objetivos y consiguen recuperar el estado de calma necesario para hacer frente a sus miedos.
Cuando un niño en duelo no logra superar sus temores
Hay un porcentaje pequeño de menores que se ve muy afectado por el duelo y generaliza el miedo, así que también podemos encontrarnos a niños y niñas incapaces de realizar determinadas tareas, o que muestran mucha ansiedad ante determinadas situaciones. Las más comunes son las que implican quedarse solos -ya sea en casa, en su cama, en la habitación-, por lo que demandan la presencia constante de un adulto y las relacionadas con pruebas médicas.
Es común que estos niños no quieran dormir solos y acudan a la cama de los padres o de otros hermanos; que no usen su habitación, que sean incapaces de ir al baño solos o muestren reticencia a quedarse en el colegio. Esto, que al principio puede parecer normal, si no se ataja puede suponer un problema grave tanto para la independencia del niño como la de los adultos.
Soluciones para afrontar el miedo infantil
Lo mejor en estos casos es programar unas aproximaciones, es decir, ayudarle a superar sus temores poco a poco y premiando el éxito. Lo normal es que se haga una economía de fichas con el niño, que se planifique el objetivo y se hagan aproximaciones hasta lograrlo. Por ejemplo: si el niño no quiere dormir con la luz apagada, al principio le dejaremos una luz auxiliar muy cerca y dos días después apagaremos la luz y le dejaremos la lámpara auxiliar en la mesilla.
Cuando duerma con la luz auxiliar entonces la alejaremos de la cama, después la apagaremos algún día suelto, luego en días alternos… hasta que consigamos que el niño duerma con la luz apagada como hacía antes del fallecimiento. Es importante atajar los miedos que se producen tras la muerte, porque es difícil que el miedo disminuya solo. Habitualmente, si no lo atajamos a tiempo, sigue creciendo.
Estas claves pretenden servir de orientación a las personas que han sufrido la pérdida de un ser querido o intentan ayudar a una persona doliente de su entorno. Para saber más o para solicitar ayuda psicológica gratuita, no dudes en consultar nuestra página web: