Pilar Pastor, psicóloga de FMLC
El duelo es el proceso natural que sigue a la pérdida de un ser querido. Esto quiere decir que es un proceso necesario, integrado en nuestros recursos y que, ante una pérdida, nuestro interior emprende el mismo proceso que el cuerpo cuando, tras una herida, comienza el proceso de curación y cicatrización.
Al igual que el dolor físico, el dolor y la tristeza nos avisan de que algo no está bien en nuestro cuerpo y que debemos atenderlo y cuidarlo. El dolor emocional nos habla de lo que ocurre a nivel interno, profundo, de lo que nuestro ser necesita. Nos lleva al recogimiento, el recuerdo y a estar con nosotros mismos. Quizá el reto del duelo es escuchar esta necesidad -la que el doliente tenga- y estar con ella.
Escucharse, tener paciencia y dedicar tiempo al duelo
La tendencia habitual es la de no escucharse a uno mismo, porque es difícil, doloroso y muchas veces da miedo. Acostumbramos a evitar por todos los medios permitirnos sentir la emoción o las sensaciones corporales. Sin embargo, dejar que el cuerpo y la emoción se expresen es necesario para que este proceso natural se ponga en marcha.
El proceso de duelo tiene una inercia natural, el trabajo y la tarea del doliente es reconocer qué es lo que necesita su propio proceso para que pueda desarrollarse. Este proceso requiere de paciencia y también de tiempo, los procesos se cocinan a fuego lento, sobre todo los que implican adentrarse en uno mismo.
El duelo necesita atención y espacio
También es un proceso activo por parte del doliente: esto quiere decir que el doliente tiene por delante un camino que pasa por hacerse cargo de su duelo. Todo proceso de crisis y de cambio tan drástico en la vida implica pararse y mirar hacia dentro. Eso no debe impulsarnos a banalizar y simplificar este complejo proceso.
Es muy frecuente escuchar que: “Todo está en tu cabeza, si tú no haces por curarte nada lo hará”. Esa afirmación tiene parte de verdad y una parte de falsa idea de control. No es sencillo ni fácil, es un reto complejo que, para muchas personas, puede constituir el proceso más intenso de sus vidas. Como todo proceso de crisis y de transformación, el motor y el cambio comienza en el interior. El duelo necesita de atención, espacio y una mirada hacia adentro.
El error de evitar el dolor
Quizá el impulso que surge con mayor facilidad en el duelo es el de intentar distraerse del dolor, intentar evitarlo, hacer lo posible por que esas sensaciones que aparecen no estén y buscar fuera. Esa es la parte compleja y la que está en manos del doliente: parar, mirar hacia adentro y escucharse; escuchar el dolor, la tristeza, la angustia, la culpa y poder conectar con lo que está más allá de todo eso, quizá el vacío, la soledad o el miedo.
Estar ahí no es fácil y a menudo necesitamos que otra persona (un profesional, un guía) nos acompañe en este proceso. Pero, aunque acudamos a un profesional para trabajar el duelo, el proceso seguirá siendo nuestro y solo nosotros podremos descubrir cuáles son los pasos a seguir.
El duelo es diferente para cada persona
Debido a todos estos aspectos, podemos considerar que el duelo es una tarea. Por un lado, hay procesos profundos que se desencadenan de forma natural, se activan y llaman a la puerta emocional del doliente (tanto en forma de emociones, pensamientos y sensaciones físicas). Pero es tarea del doliente conceder la escucha y el espacio (interior) a todo eso.
Es una tarea particular y única para cada doliente, es decir: que en función de cómo haya sido la pérdida, su personalidad, su manera de afrontarlo, etc., cada doliente va a tener que recorrer un camino propio, con aspectos comunes, pero con unas particularidades que son el corazón de su proceso.
Para desvelarlo, el duelo necesita que el doliente ponga en marcha una serie de actitudes: por un lado, implica paciencia y tiempo; por otro, requiere de la intención de hacerse cargo de lo que está aconteciendo en su interior, además de atención (dedicarle tiempo) y escucha a uno mismo.
Ser comprensivos con nuestro dolor
Cuando nos acercamos a lo más vulnerable de nosotros mismos, el dolor, debemos intentar acercarnos con empatía, compasión y cuidado. Estas pequeñas tareas dentro de la gran tarea son pequeñas semillas que tardan en germinar y crecer, pero que son el comienzo para que el doliente pueda relacionarse con su propio dolor.
Para saber más sobre el acompañamiento a pacientes en duelo, os recomendamos la lectura de nuestra Guía de Duelo Adulto para Profesionales Socio-Sanitarios, que ofrece a los trabajadores del ámbito de la salud (médicos, enfermeros, psicólogos) pautas para detectar y atender el duelo complicado en Atención Primaria. La guía está disponible gratuitamente para su descarga en nuestra página web:
maria del carmen clementin
hay dias que no quiero aceptar………esta muerte tan injusta, ella y el mis amores…….
FMLC
Buenos días, Mari Carmen:
Parece que tienes días en los que te resulta especialmente difícil la pérdida de estas dos personas. Darse cuenta de esta dificultad es la mejor manera de poder remediarlo. A veces lo que ocurre es que se suman cosas a la pérdida que la hacen más compleja o más difícil de asimilar. Puede que esté bien pedir ayuda profesional para ayudarte a ponerle palabras a todo eso que te ocurre. Esa es la manera en que drenamos el dolor que produce la pérdida. Espero que eso te ayude. Confía en el proceso y confía en tus propios recursos, el ser humano está preparado para superar la pérdida de sus seres más queridos.
Mucha suerte y un fuerte abrazo.
Sara Losantos
Psicóloga FMLC